Un impacto de un objeto de, según expertos de la NASA, medio kilómetro de diámetro (se supone que son los restos de un cometa pero aun no lo saben con seguridad) ha dejado una cicatriz en su atmósfera del tamaño del oceáno Pacífico, así que menos mal que no fue en nuestro planeta.
De siempre se ha tenido la opinión de que Júpiter actúa como un protector de la Tierra, un escudo al que van a parar estos objetos celestes para así no chocar contra nuestro amado (y maltratado) planeta, pero el caso es que, si finalmente es un cometa lo que ha chocado contra Júpiter, habrá sido uno de los de periodo orbital corto, como el Shoemaker-Levy 9, el mismo que se destruyó por la fuerza gravitacional de Júpiter, bombardeando el planeta con sus restos, en el año 1994. Estos cometas de periodo orbital corto no son si no cometas que provienen de donde provienen la mayoría de los cometas, del cinturón de Kuiper, una región a una distancia de entre 30 y 50 UA del sol (1 UA = distancia Tierra al Sol), que han sido capturados por el gigantón del Sistema Solar y se han quedado dando vueltas entre Neptuno y Júpiter.
Con la duda de si realmente Júpiter nos protege o no, un grupo de científicos amantes de las simulaciones no perfectas (ya que las variables del Universo son algo así como el número anterior a infinito) siguieron la trayectoria de estos cometas con el actual Júpiter, sin Júpiter, y con planetas en el sitio de Júpiter pero como si pesaran un 25, un 50 o un 75% de su masa. Para hacernos una idea, Saturno pesa el 60% del peso de Júpiter (y encima es menos denso que el agua, WTF!). Pero a lo que vamos, en las simulaciones se dieron cuenta de que las probabilidades de que un cuerpo chocara con la Tierra eran prácticamente iguales con Júpiter que sin él, pero aumentaban de forma considerable en los casos intermedios. Tal vez si Júpiter no fuera tan grande, el Shoemaker-Levy 9, o este impacto de hace unos días, hubiera caído en nuestro planeta, o de otro de los 349 cometas de periodo orbital corto que deambulan sin pena ni gloria.
El Telescopio Espacial Hubble ha sacado unas fotografías (las primeras desde que fueron los astronautas a bordo del Atlantis ha sacarle brillo), y estos son los resultados:
Lo mejor de todo esto es que fue descubierto por un astrónomo aficionado justo antes de desistir e irse a dormir. Menos mal que aguantó un poco. Anthony Wesley ha tenido sus días de gloria.
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