Estamos en un mundo que se está yendo al garete. No sé vosotros, pero a mí me entristece asomarme a cualquier parque y ver falta de niños porque están reunidos en casa jugando al Pro Evolution Soccer, ya que la otra posibilidad es que esté viendo algún programa de Emma García y eso sí que sería malo para la salud.
Los niños tienen que jugar y divertirse, y poner a prueba su imaginación. No hay que darles todo hecho, y es que la creatividad de un ser humano comienza desde su infancia. Y la creatividad es el primer paso para ser un genio. La mayoría de los premios Nobel perseguían un objetivo de uno u otro modo creativo, además de su interés por la ciencia, la economía o, yo qué sé, la paz.
Igual que la Tierra Media no le llegó a J.R.R. Tolkien por gracia divina, ni todas las cosas extrañas de Tim Burton le han llegado por encerrarse en casa a ver Camera Café, tenemos que poner a prueba nuestra imaginación y nuestra creatividad. Sólo así podremos enfrentarnos de verdad a los problemas reales de la vida, o más temprano que tarde nos acabaremos convirtiendo en meros autómatas consumidores de soma y hablando una especie de neolengua orwelliana.
Así que si tu hijo tiene en su cabeza un pequeño país de las maravillas, déjale que lo explore, siempre que no se encuentre a un pequeño Timmy que le diga que queme la alfombra del salón o algo por el estilo.
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