30/4/12

El 2 de mayo, una fecha histórica

Hace doscientos cuatro años, el dos de mayo de 1908, tuvo lugar en Madrid uno de los capítulos más importantes de la historia de nuestro país. Un pueblo dado de lado por sus representantes, ya fueran estos políticos, religiosos o militares, decidió levantarse ante las tropas francesas invasoras, luchando hasta la extenuación sin mayores armas de las que pudiéramos encontrar en cualquier cocina, resistiendo ante lo que era una muerte segura, por revindicar la libertad de un pueblo.

Aproximadamente seis meses habían pasado desde que se firmara el Tratado de Fontainebleau, que permitiría pasar a las tropas napoleónicas a través de tierras españolas para llegar a Portugal. Seis meses en los que los españoles, con excepción de la gente del arte (que veía la entrada francesa como una puerta abierta a la Ilustración), vieron con recelo como unas tropas invasoras ocupaban su territorio.

Carlos IV fue obligado a abdicar en favor de su hijo, Fernando VII, y ambos fueron obligados a ir a Bayona, abdicando Fernando y dejando el trono al hermano de Napoléon, José Bonaparte. Madrid sería el lugar donde residiría una Junta de Gobierno en representación de Fernando VII, si bien no tendría ningún poder ya que la ciudad sería gobernada por el militar francés Joaquín Murat. Murat fue quien decidió trasladar fuera de la ciudad a los últimos hijos de Carlos IV que quedaban allí: María Luisa y Francisco de Paula. El 2 de mayo de 1808, Francisco era sacado de Palacío por tropas francesas. Un cerrajero de la ciudad, Blas de Molina, al grito de "¡nos lo llevan!", provocó las protestas de los allí presentes, que fueron sofocadas violentamente por Murat. Este hecho detonó el levantamiento de toda una ciudad contra las tropas invasoras.

Pero el pueblo estaba solo. La Administración, por miedo, por indiferencia, por indignidad, no se levantó con ellos. Toleraban la presencia francesa. Los militares, comandados por Francisco Javier Negrete, no se unieron a la lucha. La iglesia, otro tanto de lo mismo. El pueblo madrileño, ataviados con cualquier arma improvisada (cuchillos, navajas, tijeras e incluso macetas desde balcones) contra parte del mejor ejército del mundo, que recibiría la ayuda de los 30.000 hombres que tenía en las afueras de la ciudad. No fue una batalla del Estado español contra el francés. Fue el levantamiento de un pueblo que se veía solo contra el enemigo, a excepción de los artilleros del Palacio de Monteleón y, particularmente, de Luis Daoíz y Torres y Pedro Velarde Santillán, conocidos comúnmente como Daoíz y Velarde, oficiales de artillería. Ellos lideraron la resistencia ante los franceses y murieron heróicamente. En la Plaza del Dos de Mayo podemos encontrar un monumento a ellos, debajo de un arco que es la antigua puerta del Cuartel de Monteleón, donde terminó la batalla. La Plaza está situada en el madrileño barrio de Malasaña, llamado así en honor a Manolina Malasaña, otra heroína popular del levantamiento, que murió a manos francesas.

La represión no fue únicamente el sofocamiento del levantamiento, sino que Murat decidió castigar a los supervivientes y dar un escarmiento al resto de españoles, en los famosos fusilamientos del Tres de Mayo. Sin embargo, el Levantamiento del Dos de Mayo fue la primera piedra para comenzar la Guerra de Independencia Española.

También podemos encontrar cerca del Museo del Prado, en la Plaza de la Lealtad, el Monumento a los Caídos por España, llamado antes de 1985 como el Monumento a los Héroes del Dos de Mayo. Inicialmente fue construido para conmemorar a los héroes anónimos de aquella fecha, si bien desde 1985 se dedica a todos los caídos en defensa de España, por los cuales una llama permanece siempre encendida.

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