Antes de escribir esto me he dedicado a investigar levemente quién o qué otorga el número de estrellas a un determinado hotel, descubriendo que son inspectores o la Cámara de Turismo de un país (en España, el Ministerio de Industria, Turismo y Consumo, supongo). Y, la verdad, no se han herniado al otorgarle, ni más ni menos, que cuatro estrellas al hotel Recoletos Coco en Salamanca.
Ya pueden tener un restaurante muy bonito, un desayuno buffet digno del mismísimo Gadafi, y del servicio 'Telepizza a domicilio' para no tener que mover tu preciado culo de la habitación, pero el mero hecho de que una cisterna dos habitaciones más allá se escuche como si fuera tu propio aseo, o que a las seis y media de la mañana la televisión del vecino parezca emitir un documental de la Guerra del Vietnam, efectos sonoros mediante, le quita toda la gracia de las estrellas al hotel.
No sé en qué se basarán para dar las estrellas, pero algun inspector debería basarse de vez en cuando en los pequeños detalles, sí, en esos que hacen de la vida algo agradable o algo apestoso, antes de regalar astros celestes de luz propia a diestro y siniestro.
Pero es que había cosas todavía más graciosas que un simple mal aislante. Para cerrar la puerta del baño, que se atascaba a la mitad, tenías que ponerte verde implorando que te llegara por arte del Espíritu Santo la fuerza de Hulk, lo que explicaba, por otro lado, que la puerta del baño estuviera desconchada.
Y, para terminar, no estaría de más que avisaran de que el internet gratis precisara de cable de red, en lugar de proporcionártelo con la habitación. Simplemente bastaba con avisarlo.
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