La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, querida por todos los internautas desde la famosa Ley Sinde (nótese cierta ironía) dejó entrever ayer su opinión respecto a que la gente se involucre en temas candentes:
Nuestra responsabilidad en este asunto es lo suficientemente importante y es un tema lo suficientemente delicado como para los que no somos expertos no hagamos ese papel de opinar y de contribuir a la confusión en lugar de encontrar soluciones.
Hasta ahora creía que en un país democrático como es España se podía opinar sobre cualquier tema que quisieras, fueras experto o no. Es la gracia de la libertad de expresión. En un tema de actualidad como el conflicto Marruecos – Sáhara, donde el Gobierno, a día de hoy, no ha condenado la violencia empleada por Marruecos, es totalmente normal que cualquier persona opine sobre el asunto, y me parece una aberración que una ministra del propio Gobierno, que debe garantizar la plena libertad de cualquier ciudadano para expresar libremente sus pensamientos, aconseje no opinar sobre el tema. Es otra forma de decir: “El pueblo no sabe, pobrecito, mejor que no opine, que no piense, ya le decimos nosotros lo que está bien y lo que no, que somos los expertos del tema”. Es más, no escuché a González-Sinde criticar a los mismos artistas que recomienda callar cuando llenaban las calles en contra del Gobierno de Aznar por la Guerra de Irak o el Prestige. ¿O es que esas mismas personas eran expertas en la materia, pero no en el Sáhara? Pues no, la gracia de la democracia está en que cada cual pueda decir lo que quiera, donde y cuando quiera.
No se han hecho esperar las críticas a estas declaraciones, que no terminaron ahí, puesto que aquí va otra perla:
(Que hubiera dirigentes conservadores junto a los manifestantes) es una coincidencia que les debe hacer pensar.
Ah, que se tiene que estar con el Gobierno sí o sí, entiendo por ese comentario. No sé vosotros, pero yo al menos deseo que este país siga permitiéndome opinar.
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