Nos las prometíamos muy felices y a las primeras de cambio nos han devuelto a la Tierra. Suiza, comandada por un viejo conocido llamado Hitzfield, que le tiene la medida cogida a Vicente del Bosque, planteó un partido soso, agazapado atrás, sin esperar nada más que alguna jugada aislada. Y eso le bastó para ganar. España jugó mejor, pero la defensa suiza fue mucho más efectiva que la española, que permitió un gol embarullado en el que Piqué acabó con una brecha en la cabeza (golpe fortuito), y más tarde vio como Barnetta se fabricaba un jugadón que terminó en el palo de la portería de Iker Casillas, entrevistado después del partido por su novia Sara Carbonero.
España terminó el partido con más de un 70% de la posesión del balón, pero esto no se materializó en claras ocasiones de gol salvo una de Piqué, que en el área es un auténtico peligro (más que Fernando Torres y sus controles chungos) y un zambombazo de Xabi Alonso, estrellado en el larguero. Y es que a la selección, enorme en el toque y en el control, le falta a veces saber definir. El ejemplo es claro: David Villa, tras recortar en el área, prefiere levantar el balón para realizar una especie de vaselina – pase que no va a ningún sitio. Un anónimo comentarista escribía: “Nunca verás a un alemán hacer una vaselina en un Mundial”. En esos casos, hay que tirar a matar, soltar un puntapié al balón. No siempre hace falta mimarlo. Y Xabi Alonso estuvo a punto de lograrlo con el trallazo al larguero.
De todos modos, España jugó bien, pero no le acompañó la suerte en determinadas ocasiones y tuvo una defensa floja (tres veces que llegaron, tres veces que crearon peligro). Ahora tiene dos partidos más para demostrar que está en la Copa del Mundo para ganar: el lunes contra Honduras, y el viernes contra Chile.
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