Hoy, 29 de septiembre, España vive una jornada de Huelga General llevada a cabo por unos sindicatos que, por otra parte, han convocado con unos dos años de retraso. Como siempre, la jornada transcurre con piquetes informativos de un lado para otro “informando” a los trabajadores que no quieren secundar la huelga por diversos motivos (no se pueden permitir perder un día de sueldo o, lo que pasa en la mayoría de los casos, no apoya al sindicalismo actual, totalmente politizado). En pleno siglo XXI, cuando todo el mundo tiene acceso a la información más diversa, ¿qué sentido tiene un piquete “informativo”? Ninguno. Eso sí, si el piquete “informativo” se dedica, además de a informar, a amedrentar y a coartar la libertad de quien sí quiere acudir a su puesto de trabajo, la cosa ya cambia.
¿Qué derecho tiene un sindicalista a apedrear un autobús, a cortar una carretera, o a echar silicona en un cerrojo? ¿Qué derecho tiene un sindicalista a irrumpir en un comercio dando voces alardeando de una supuesta defensa de los trabajadores? ¿Quién le ha dado a ese piquete “informativo” la relativa superioridad absoluta para saberse en lo cierto? ¿Por qué un piquete “informativo” tiene derecho a impedir el libre ejercicio de su trabajo a cualquier persona?
¿Quieres hacer huelga? Bien. Reparte panfletos, pega carteles (donde sea legal hacerlo), acude a mítines y a manifestaciones, pero respeta a quien no te apoye y a quien no secunde la huelga. Ni él es más que tú, ni tú eres más que él. Y si la mayoría de la población no quiere apoyarte, a lo mejor es que tú estás equivocado. No hace falta que hagas de Corleone para adherirlos a tu causa.
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