Cuando las selecciones africanas convocan a sus jugadores de las Ligas Europeas para asistir a la Copa de África en mitad de enero la mayor preocupación de los clubes europeos es que no vuelvan lesionados o si se resentirá el equipo con la ausencia de los jugadores. En ninguna cabeza cabe que el autobús de una selección sufra un tiroteo de veinte minutos. Sin embargo, eso es lo que sufrió la federación de Togo. Fueron tiroteados durante ese tiempo por un grupo de insurgentes, resultado muertas tres personas: el conductor, el jefe de prensa y el segundo entrenador, además de otras que resultaron heridas.
Rápidamente se procedió a lo que suele suceder en estos casos: aclarar que todo va a seguir con normalidad. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, dijo que la Copa de África se iba a celebrar, mientras Togo y otras selecciones ponían en duda su participación. Las opiniones se dividían, aunque finalmente la selección de Togo, con Emmanuel Adebayor a la cabeza, se disponía a participar en la cita bianual.
El Primer Ministro togolés rápidamente dijo que ni hablar, que Togo no participaría en la Copa de África, y los integrantes del equipo ya están haciendo las maletas. El resto de la competición, por ahora, sigue en pie.
Así las cosas, todo el mundo puso en serias dudas la celebración del Mundial de Sudáfrica en junio, sobre todo cuestionando la seguridad del país. El organizador del Mundial, Danny Jordaan, zanjó por la vía rápida.
Esto es lo mismo que cuando una bomba explota en España.
Y no le falta razón al hombre. Hay que recordar a Alberto de Mónaco cuestionando la seguridad española en los hipotéticos (por aquel entonces) Juegos Olímpicos de 2012 después de los atentados del 11-M. No vería lógico que evitaran a Sudáfrica celebrar el Mundial por un atentado en otro país.
Ahora bien, ¿está bien que la Copa de África siga adelante? ¿Debería celebrarse en otro lugar tras conocer que el grupo terrorista ha amenazado con volver a atentar?
Imagen | MARCA
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