Más de una vez te habrás dado un golpe con el picaporte de la puerta y has maldecido todo lo maldecible, e incluso cosas que jamás creerías que podrías maldecir. Y, ¿por qué? Pues porque insultar alivia el dolor, según una investigación de la Universidad de Keele.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores seleccionaron a 71 estudiantes y les sometieron a una prueba: meter las manos en agua helada para ver cuánto aguantaban, unos sin decir palabrotas y otros que sí. Resulta que los que dijeron palabrotas aguantaron más, y nosotros nos fiamos y suponemos que el estudio se hizo siguiendo unas reglas estrictas para que no pusieran a los más machos en el lado de los que insultaban, ya que este hecho hubiera tirado por tierra el experimento.
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